Diversos medios se han hecho eco de una curiosa entrevista, realizada por la BBC a un presunto broker de la city Londinense. Tras el visionado de dicha entrevista surgen inevitablemente unas cuantas cuestiones. Al margen ser o no una mera provocación sensacionalista (como también se ha señalado después) o simple publicidad por parte del presunto broker, en apariencia presenta sin tapujos la realidad que estamos viviendo. Que el personaje sea auténtico o no, es poco relevante frente a la importancia de su mensaje, y no por ello debemos desechar la imagen del dantesco sistema económico que señala. Podría muy bien ser así. De hecho, unos días antes se han publicado los resultados de un estudio indicando aquello que, cada día a más personas nos parece evidente: La existencia de una superélite financiera, tan relativamente pequeña en número como homogénea en su composición, que directa o indirectamente controla el mundo. ¿»Corporatocracia»? El nombre es lo de menos.

The CorporationSea por las declaraciones mencionadas anteriormente, o simplemente por los hechos manifiestamente consumados de aquel estudio, resulta interesante la comparación con un excelente documental producido en 2003, The Corporation. En el mismo se compara el comportamiento de las grandes empresas multinacionales con los parámetros oficiales que utiliza la ABPN (American Board of Psychiatry and Neurology) para calificar la psicopatía. Como cabría esperarse, no pocas cumplían holgadamente todos los requisitos. Sin embargo, la realidad parece incluso peor. No son sólo las corporaciones, sino también los mercados, con los brokers como ejecutores finales, los que muestran rasgos psicopáticos. Según la RAE:

psicopatía.

(De psico- y -patía).

1. f. Med. Enfermedad mental.

2. f. Med. Anomalía psíquica por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece.

En la entrevista con la que iniciamos este post, el personaje en cuestión afirma que los mercados están movidos por el miedo, y que esto nos puede llevar a un terrible crack bursátil. Llevamos varios años leyendo y escuchando diariamente similares advertencias del inminente desastre, que estamos comenzando a vivir. Los países supuestamente más afectados por la crisis de 2008 (y ahora de 2010) son forzados a tomar medidas drásticas para saciar la sed de los mercados, sea mediante rescates a la banca o tratando de reducir el, por tantos maldito, déficit público. No importa el coste, material o humano, importa calmar a la bestia. ¿No es esto una forma de terrorismo? De nuevo, recordemos la definición:

1. m. Dominación por el terror.

2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.

Evolución del uso del HFTSi tenemos en cuenta que aproximadamente el 73% de las transacciones en Wall Street se realizan automáticamente, mediante sofisticados métodos como el HFT (High-Frequency Trading) o el flash trading. Básicamente se trata de algoritmos informáticos (software), por tanto carentes de la empatía humana, miedo, ni cualquier otra emoción. La posible solución que estos medios presentan se ha mostrado paradójicamente temeraria, siendo incluso culpados del crash de 2010. Al eliminar la subjetividad de las decisiones, eliminamos del proceso aquello llamado factor humano, e indirectamente también a los propios humanos. Sin embargo, quienes van a sufrir las consecuencias de la debacle económica somos nosotros, especialmente los más desprotegidos. Hemos hablado de terrorismo económico, pero tal vez deberíamos hablar de terrorismo económico digital. Y esta vez no son tan Anonymous. En este caso sus amenazas son bien conocidas. Y reales.

¿Es esta la idea neoliberal que promulgan los capitostes de la santísima trinidad: FMI, BCE y UE? ¿Nos gobierna Goldman Sachs como dice este broker, son los mercados o bien los algoritmos informáticos? La distopía futurista de Matrix y Terminator ya está aquí, no obstante en una forma que no esperábamos: Imperceptible, invencible y también inhumana. La mano invisible no parece tan benigna como suponía Adam Smith.

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