Category: percepción


Estamos viviendo una fuerte llamada al cambio en el sistema, esencialmente a raíz de de la crisis económica desatada en 2008, y en especial tras el impacto mediático del 15-M español en toda Europa, sin olvidar la originaria Spring Revolution árabe. Aquello que vimos comenzar en las redes sociales de Internet, se convirtió en indignación a pie de calle. Se reclama una democracia real, participativa, Islandesa, y a veces, irónicamente imposible: véase alguna convocatoria de referéndum de cuestionable viabilidad, anteriormente comentada. Una de ellas ha sido rechazada por la Mesa del Congreso de los Diputados, y anteriormente otras Proposiciones de Ley similares. Del mismo modo, esta declaración de intenciones no ha sido tan clara en el aspecto económico como en el político, que al fin a y al cabo es como personalmente lo padecemos. De hecho, literal y metafóricamente, lo pagamos. Es por ello que, sin entrar a valorar los orígenes y pretensiones del movimiento en cuestión, percibimos algunos aspectos que brillan por su ausencia. Más democracia, cuantitativa, por supuesto, pero sobre todo mejor democracia, cualitativa. Sin embargo, dada la índole de la crisis, resulta más apropiado tratar la reforma del modelo económico cuando resulta patente como el actual sistema arrastra a la sociedad en su caída. Este proceso también ocurre a la inversa, por tanto no debería tratarse del único ámbito en el cambio. Egalité, fraternité… ¿Y qué hay de la libertad?

Democracia

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¿Quién dice que no estamos en una sociedad democrática? ¿El poder no está en los mercados? ¿Ni siquiera en quién los controla? Nada es lo que parece. La democracia existe, y es virtual como el Cine en 3D:

– En principio eres libre de ir a ver la película, de elegir sala, día y sesión, siempre dentro de los horarios establecidos, mientras todavía esté en cartel, y no se hallan agotado las entradas, que ahora incluso puedes comprar por Internet. Pero si no la has visto no tienes razón para quejarte, tú eres él responsable.

Ser libre por Forges

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Si todo es una ilusión: lo que pasa, tu enfado, esta vida…
Relájate y disfruta del amor: del tuyo, del mío…
Del universo experimentando sobre si mismo,
esa es la ilusión: abrázala, traspásala,
no resistas… y ríndete, ámala.

Abrázate, ámate…
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«La matriz nos vende la ilusión de pasar del pasado al futuro cuando realmente no vamos a ninguna parte. El tiempo es uno de los métodos más eficaces de esclavizarnos. La unidad es atemporal y si nos sintonizamos al engaño del paso del tiempo nos desconectamos de la conciencia del Infinito.

¿Cómo puede usted conectarse con alguien que está quieto cuando usted se precipita por delante de ellos en un coche deportivo en su camino de la sala de trabajo al cementerio? Oye, mira, ahí está la Unidad. Ziiiiiiiouuuuuu… mierda, me lo perdí – y a ella.”

DAVID ICKE

Algo que ayuda a entender el tiempo en nuestra existencia es mirándolo en forma de espiral.

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La eternidad está hecha de minutos, de todos los minutos bien vividos. Aprovecha tus minutos. En un minuto te cambia la vida, o mejor dicho, en cada minuto cambias tu vida, porque todas y cada una de tus acciones u omisiones tomadas en cada minuto, causan cambios en tu vida.

La eternidad es realmente el momento presente, el único que verdaderamente existe. Quizás el error más habitual es tratar entender la eternidad, el infinito, como cifras de proporciones inimaginables. Nos han enseñado así, y es como la mente funciona, simplificando para poder comprender, o más precisamente crear, la realidad a su manera, que no es más que reducir y etiquetar. Al filtrar la realidad y hacerla pasar por el embudo mental, inevitablemente una parte queda fuera. Siempre quedan granos de arena pegados en el interior y otra parte cae fuera del recipiente. El ahora es mucho más.

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Cada mañana, pese a seguir nuestra confortable rutina habitual, más pronto o más tarde nos encontramos con un inconveniente, una situación sin importar si es inesperada o no, que nos hace reaccionar. Parece inevitable que la realidad escape de nuestro control, y nada podemos hacer para evitarlo. Siempre igual, aunque siempre diferente. Atrapado en el tiempo, como aquella película donde Bill Murray volvía a vivir el mismo día una y otra vez, el día de marmota. Siempre hay algo que no termina de funcionar como debiera. Los problemas surgen, pero ¿proceden siempre del exterior?

Si pensamos que los demás son reflejos de nosotros mismos, tanto lo que nos gusta y disgusta del mundo, lo es de manera equivalente en nosotros mismos. Desde que nacemos e incluso antes, nuestra mente está creando nuestra propia identidad, a través de la experiencia cotidiana, consciente pero fuertemente inconsciente. Nuestra auto-imagen no deja de ser una idea, contra la cual el mundo en que vivimos choca una y otra vez. Son estas relaciones con nuestro entorno lo que conocemos como realidad. Al fin y al cabo, la propia realidad cabo no deja de ser otra idea más, una abstracción. Realmente se trata de nuestra auto-imagen o ego, un reflejo en el espejo, contra otro reflejo en el espejo. Cuando se sitúan dos videocámaras grabando una frente a otra, al cabo de unos instantes ambas muestran la “nieve” que todos recordamos cuando los televisores no sintonizan ningún canal. ¿Es esta tú realidad? Bienvenido al país de las maravillas.

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«…Si (David) Bohm está en lo cierto en sus conjeturas y el universo es un gigantesco holograma multidimensional, semejante orden holográfico subyacente no puede menos que tener profundas consecuencias para muchas de las nociones de la realidad basadas en el sentido común, por ejemplo, en un universo holográfico el tiempo y el espacio ya no serían considerados fundamentales debido a que el universo sería entendido como poseedor de un nivel más profundo, donde conceptos como el de «localización» pierden su consistencia; el tiempo y el espacio tridimensional, como las imágenes del pez en los receptores de televisión, tendrían que ser vistos como proyecciones de este nivel más profundo. Dicho de otro modo, en el super-holograma del universo el pasado, el presente y el futuro se pliegan estrechamente entre sí y existen en forma simultánea. Esto sugiere que incluso sería posible, alguna vez, rescatar del olvido el pasado más distante a partir de la noción del universo como un super-holograma.

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Es cierto que somos extraordinariamente afortunados por nacer donde hemos nacido, y debemos estar agradecidos por serlo. Según algunas culturas, como determinados indígenas norteamericanos, los nativos hawaianos o «Los Auténticos» aborígenes australianos de Las Voces del Desierto, el best seller de Marlo Morgan (si es que existen o existieron alguna vez), todos estamos unidos y por tanto somos en parte responsables de cualquier cosa que ocurra a otros humanos o cualquier ser vivo. La cuestión es hasta que punto es cierto: ¿Tenemos la culpa de ser privilegiados? ¿Somos responsables por ello? ¿Y del resto, o mejor dicho, de las lamentables condiciones de vida de la mayor parte de la humanidad? En el fondo, este tipo de información, tiene un fin no tan benévolo como aparenta, de alguna forma lo intuido desde siempre. Recuerdo un anuncio de TV emitido unos años atrás, en el que un sujeto perteneciente a una ONG nos culpaba directamente de los males de niños mutilados o enfermos que mostraba a su lado. ¿Que podemos hacer para remediar esta situación que esté en nuestras manos? Realmente muy poco, comparado con las recursos de gobiernos, grandes empresas o multimillonarios de cualquier tipo. Precisamente, de manera habitual son alabados tanto algunos gobiernos y empresas, como de forma muy especial personas de éxito: artistas, empresarios, incluso políticos, creo que no es necesario poner ejemplos de famosos filántropos. Con todo y con eso, siguen siendo los más ricos y poderosos del mundo, tanto como el dinero que podríamos ganar si trabajasemos miles de años con la misma proporción de sueldo y coste de la vida. ¿Entonces, como es posible que los premien a ellos y nos culpabilicen a nosotros?

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Tal vez esos instantes de felicidad que vivimos lo son debido a su brevedad. Cuando te sientes bien es fácil perder la noción del tiempo, pero es igualmente fácil que cualquier hecho haga cambiar nuestro estado. Más pronto o más tarde ocurrirá cualquier cosa que perturbe esa felicidad. Y eso tiene un punto en común: nos situamos de nuevo en la sensación de tiempo creada por la mente. Sabemos que la sensación del paso del tiempo es totalmente subjetiva, aunque es cierto podemos medirlo objetivamente. Lo mismo ocurre con el espacio, es cuantificable pero subjetivo: las distancias y tamaños no siempre las percibimos igual, simplemente recuerda cuando éramos pequeños, cuando nos desplazamos de un lugar conocido a uno nuevo… Objetividad contra subjetividad, razón contra percepción, ciencia contra religión. Nos han enseñado que las leyes de la ciencia son rígidas y nuestra consciencia inestable, que las leyes nos gobiernan en todos los sentidos y determinan la realidad. La ciencia es, pues, la religión mayoritaria, imparable e irrefutable. Y nos lo hemos creído. Hasta ahora.

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